Cuando hablamos sobre coeficiente intelectual, lo cierto es que pueden llegar a saltarnos infinidad de preguntas. Entre ellas, ¿coeficiente intelectual o cociente intelectual? ¿Cómo debemos de referirnos al CI? ¿Qué es? ¿Cuál es el cociente de inteligencia normal? ¿Cómo puedo calcular mi CI?

Si te ha saltado la curiosidad, todas estas preguntas y más curiosidades sobre la medida de la inteligencia te las desvelamos en el siguiente artículo.

La dificultad para definir el concepto de inteligencia, así como la forma de cuantificarla y medirla, ha ocasionado gran número de estudios, investigaciones y teorías sobre la inteligencia, a lo largo de la historia.  En 1905 Alfred Binet, a petición del gobierno francés, elaboró una batería de pruebas de inteligencia; su objetivo era poder discriminar a los niños que podrían presentar dificultades para seguir una educación formal.

coeficiente de inteligencia

Hasta este momento no se había hablado de coeficiente intelectual. Fue William Stern en 1912 quien habló por primera vez del término CI, con la finalidad de dar un nombre a las puntuaciones obtenidas en la prueba de Alfred Binet. Lo definió como el resultado de dividir la edad mental entre la edad cronológica de la persona. Por tanto, al tratarse de un cociente, la forma más adecuada para referirnos al CI debe ser cociente intelectual y no como “coeficiente intelectual”, que desde esta perspectiva sería un término poco ajustado a lo se refiere.

¿Coeficiente intelectual o cociente intelectual?

Sin embargo, en la actualidad ambos términos están incluidos en el diccionario de la RAE. El término cociente lo define como el resultado que se obtiene al dividir una cantidad por otra, y que expresa cuántas veces está contenido el divisor en el dividendo; y el término coeficiente se define como la expresión numérica de una propiedad o característica de un cuerpo, que generalmente se presenta como una relación entre dos magnitudes. La RAE incorpora cada año los términos más utilizados para nombrar o referirse a los objetos y realidades en su día a día. Por esta razón, ambos términos se encuentran hoy en día incluidos en el diccionario, por un uso cotidiano de ellos.

No obstante, desde la psicología clínica preferimos seguir refiriéndonos al CI como lo hizo Stern en su día.  Apostamos por usar cociente intelectual como medida de la capacidad de inteligencia de una persona obtenida en un test de inteligencia, en vez de “coeficiente intelectual”.

¿Qué es el CI?

Existen multitud de teorías y modelos teóricos de la inteligencia, de hecho, a lo largo de la historia el concepto de inteligencia ha ido modificándose, desde considerarse un único factor general como el responsable del rendimiento de la persona en tareas mentales (El factor g de Spearman, 1904), hasta considerarse múltiples factores como explicativos del rendimiento intelectual (Teoría de las Inteligencias múltiples Howard Gardner, 1983).

A día de hoy podemos entender la inteligencia como un constructo jerárquico compuesto por aptitudes más específicas, las cuales se agrupan en diferentes dominios cognitivos; como compresión verbal, razonamiento abstracto, organización perceptiva, razonamiento cuantitativo, memoria y velocidad de procesamiento.

De esta forma el CI (o el “coeficiente intelectual”) sería la medida de inteligencia que una persona obtiene en un test o prueba de inteligencia. Algunas de las pruebas actuales más utilizadas para evaluar la inteligencia son las Escalas Wechsler, la Escala de Inteligencia Reynols, la batería Kaufman o el Test de Raven.

¿Cuál es el cociente de inteligencia normal?

El CI que se obtiene en las diferentes pruebas de inteligencia se halla por la comparación directa de los resultado obtenidos por la persona con las puntuaciones obtenidas por personas de su misma edad cronológica. Las pruebas o tests utilizan análisis estadísticos para poder entender y darle un significado a las puntuaciones obtenidas. En el caso concreto de la inteligencia, se entiende que sigue una distribución normal de las puntuaciones en la población, con una media de 100 y una desviación típica de 15 puntos.

Estos conceptos más estadísticos se traducen en que una puntuación por debajo de 70 indica disfunción intelectual, y una puntuación por encima de 130, muestra altas capacidades intelectuales. Mientras que la media estaría situada entre puntuaciones 90 y 110.

Desde un punto de vista estadístico, si cabría la denominación de CI como coeficiente intelectual, ya que nos estaríamos refiriendo a una relación entre magnitudes. Sin embargo, desde la psicología clínica preferimos quedarnos con el término original que introdujo Stern para referirse a la medida de inteligencia de una persona en una prueba.

¿Cómo puedo calcular mi CI?

En ACM psicólogos contamos con una de las pruebas con más apoyo empírico, y una de las más utilizas a nivel mundial para la evaluación de la inteligencia. Nos estamos refiriendo a la escala Wechsler para adultos, la WAIS-IV; la cual evalúa la inteligencia general del adulto a partir de los 16 años de edad.

 

Esta prueba ofrece una medida del funcionamiento intelectual general  o CI y puntuaciones para cuatro índices, comprensión verbal; razonamiento perceptivo; memoria de trabajo y velocidad de procesamiento. Los índices están compuestos por diferentes pruebas, con un total de 10 pruebas principales y 5 opcionales para la globalidad de la escala.  Las puntuaciones obtenidas en cada prueba se organizan para determinar la puntuación de cada índice y la del CI o “coeficiente intelectual” de la persona.

El resultado final de la escala no solo se compone de estas puntuaciones, sino que se elabora un análisis cualitativo del rendimiento global de la persona a lo largo de la ejecución de toda la prueba. Además, se realiza un estudio  estadístico de las áreas fuertes y las áreas a mejorar de la persona, lo cual supone una gran ventaja a la hora de conocer las aptitudes que menos se dominan y poder trabajarlas y de esta forma, mejorar el rendimiento personal.

En ACMpsicólogos te informamos de los pasos a dar para realizar una prueba de inteligencia.

 

Escrito por:

Patricia Palacios

Psicóloga Sanitaria

ACMpsicólogos

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