La depresión es un problema social de primer orden. En la actualidad es la quinta causa de discapacidad en todo el mundo y afecta a un 10% de la población. Además constituye uno de los problemas de salud más incapacitantes y de mayor sufrimiento para quienes lo padecen y para la sociedad en su conjunto.

¿Qué es el trastorno depresivo?

Clínicamente, la depresión se caracteriza por un estado de ánimo afectado de una gran tristeza o desinterés generalizado por casi todo lo que rodea al sujeto; junto a un marcado descenso de la actividad física y psicofisiológica de la persona que la padece, manifestada por falta de motivación; apetito y libido; por insomnio; y en los casos más graves, por la pérdida de las ganas de vivir y el suicidio.

La clasificación de los trastornos depresivos es uno de los temas más controvertidos dentro de la psicopatología. En la actualidad, las diferencias entre los distintos tipos de trastornos del estado de ánimo no son muy extensas y se limitan a cuestiones de tipo terminológico.

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Tipos de trastorno depresivo

Según el manual de criterios diagnósticos DSM-5, encontramos los siguientes trastornos depresivos:

Episodio depresivo mayor

Se caracteriza por la presencia de cinco o más de los siguientes síntomas durante, al menos dos semanas: estado de ánimo deprimido la mayor parte del día o casi cada día; disminución acusada del interés o del placer en todas o casi todas las actividades; pérdida o aumento significativo del peso corporal; insomnio o hipersomnia casi todos los días; agitación o retraso motor; fatiga o pérdida de energía persistente; sentimientos cotidianos de inutilidad o culpa excesivos; disminución de la capacidad para pensar, concentrarse o tomar decisiones; o pensamientos e ideas recurrentes de muerte o suicidio.

Trastorno depresivo mayor (recurrente)

Se caracteriza principalmente es la manifestación de al menos dos episodios depresivos mayores. Entre ambos episodios han debido pasar al menos dos meses en los que la persona no cumple ninguna característica de episodio depresivo mayor.

Trastorno depresivo persistente (distimia)

Se caracteriza por un patrón crónico de alteración del comportamiento, caracterizado por un estado de ánimo depresivo persistente experimentado de forma continua durante la mayoría de los días; y durante la mayor parte de éstos y con una duración mínima de dos años. Junto a esto, aparecen otros síntomas: pérdida o aumento de apetito; insomnio o hipersomnia; falta de energía o fatiga; baja autoestima; dificultades para concentrarse o para tomar decisiones; sentimientos de desesperanza.

Trastorno de desregulación destructiva del estado de ánimo

Aparece sobre todo en la infancia. Se caracteriza por accesos de cólera graves y recurrentes que se manifiestan verbalmente y/o en el comportamiento. La intensidad o duración son desproporcionadas respecto a la situación o la provocación. Y aparecen tres o más veces a la semana.

Trastorno disfórico premenstrual

Se caracteriza por la presencia en la mayoría de los ciclos menstruales de al menos cinco síntomas durante la última semana antes del inicio de la menstruación, que empieza a mejorar unos días después del inicio de la menstruación, hasta llegar a hacerse mínimos o desaparecer en las semanas después de la menstruación: labilidad afectiva intensa; irritabilidad intensa, enfado o aumento de los conflictos interpersonales; estado de ánimo intensamente deprimido, sentimiento de desesperanza o ideas de autodesprecio; ansiedad, tensión y/o sensación intensa de estar excitada o con los nervios de punta; disminución del interés por las actividades habituales; dificultad subjetiva de concentración; letargo, fatigabilidad fácil o una acusada falta de energía; cambio importante en el apetito, sobrealimentación o anhelo de alimentos específicos; hipersomnia o insomnio; sensación de estar agobiada o sin control; síntomas físicos como dolor o tumefacción mamaria, dolor articular o muscular, sensación de “hinchazón” o aumento de peso.

Causas del trastorno depresivo

La depresión es un fenómeno bastante complejo e integrado por una multitud de factores. Durante mucho tiempo se pensó que era un problema bioquímico en el cerebro. Sin embargo, las investigaciones actuales parecen indicar otras explicaciones.

Para que una persona se deprima es necesario que en el ambiente en el que vive ocurran cambios que sean percibidos como desagradables. En estos casos, la persona pierde algo o a alguien valiosos.

De este modo, la depresión puede ser producida por cambios vitales como una pérdida o enfermedad de personas que ama; una enfermedad propia; problemas de pareja o  familiares; los problemas laborales; por problemas económicos; cambio de domicilio; padecer otro problema psicológico; y, por supuesto, cualquier otro acontecimiento que implique que la persona se vea privada de algo que considera importante.

De este modo, cuando la persona se da cuenta de estas pérdidas pasaría por un periodo normal de tristeza, pero si no sabe afrontarla comenzaría a sentir los síntomas de la depresión. Parte de los síntomas y cambios que experimente implican modificaciones en el funcionamiento cerebral; éste segrega menos transmisores (sustancias que participan en el funcionamiento cerebral y que contribuyen a la regulación emocional) y esto ayudaría a que la depresión se asentara.

Tratamiento del trastorno depresivo

Existe gran variedad de propuesta para el tratamiento de la depresión. De todas ellas, el tratamiento cognitivo conductual es de los más completos y eficaces que existen.

Este tipo de intervención hace hincapié en dos aspectos muy importantes para la intervención. Por un lado, centra su atención en los reforzadores y contingencias ambientales, siendo uno de los objetivos prioritarios. De esta manera la intervención se centra en el aumento del refuerzo positivo que recibe la persona; el aumento de actividades placenteras; el planteamiento de objetivos alcanzables; y el entrenamiento de habilidades (sociales; asertividad; etc.).

Por su parte, la intervención cognitiva comienza con la observación de las estructuras, procesos y productos cognitivos que parecen mediar y moderar los casos de depresión. Así, la persona aprende a identificar y comprender estos procesos, convirtiéndoles en un elemento activo y responsable de su estado de ánimo, sirviéndose de habilidades cognitivas y conductuales.

Escrito Por Blanca Fernández

Psicóloga General Sanitaria en ACM Psicólogos

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