En los últimos tiempos se ha venido utilizando de forma similar y a veces como sinónimos los términos “sexo” y “género”. Sin embargo, existen diferencias entre ellos que pueden ser interesantes a la hora de abordar la sexualidad del adolescente. Así como, va a ser esencial poder diferenciar identidad sexual de identidad de género.

¿Sexo o género?

Como primera aproximación, podemos entender “sexo” como el componente biológico (genes, hormonas, genitales…); que da lugar a un polimorfismo sexual (varones, mujeres y sujetos ambiguos); y que se va desarrollando a lo largo del desarrollo evolutivo. De esta forma, podemos hablar de sexos; de la sexología; de la identidad sexual; de la orientación del deseo sexual; de la conducta sexual (comportamientos, sentimientos, fantasías sexuales,…); de las disfunciones sexuales; de la educación sexual y de la discriminación sexual. Por otro lado “género” hace referencia a los comportamientos socialmente aceptados por una sociedad determinada para cada morfismo sexual (varón o mujer); es decir, los roles, los estereotipos y las asimetrías sociales.

identidad sexual

La construcción de la identidad sexual

En el desarrollo sexual y de género podemos encontrar diferentes fases a lo largo del proceso evolutivo; a través de las cuales el niño va a ir poco a poco construyendo su identidad sexual y de género; hasta la vida adulta, donde continúa el desarrollo.  Vamos a señalar las fases más relevantes para la sexualidad adolescente.

La primera identidad sexual

Entorno a los 7 años de edad, se produce de forma paulatina la construcción de la primera identidad sexual. El niño comienza a percibirse y concebirse como niño o como niña; es decir, a clasificarse como tal dentro de su categoría, y a clasificar a los demás.  Va a ser consciente de que el cambio de apariencias no conlleva un cambio en su condición de pertenencia a un determinado sexo. Va a experimentar  satisfacción o insatisfacción de pertenecer a un sexo  determinado. Junto con esta primera identidad sexual; tiene lugar la correspondiente identidad de género o el grado de identificación con los papeles asignados por una determinada sociedad a la condición de su específico morfismo sexual; es decir lo que la sociedad asume que es típico de un sexo pero no del otro.

Es importante señalar, que la identificación sexual y la identidad de género son dos dimensiones bien diferenciadas; que requieren su reconocimiento como tal y un aprendizaje independiente.  Es decir, el hecho de ser varón o mujer no dificulta, ni incapacita para desarrollar o desempeñar ninguna de las funciones comunes que exigen nuestra sociedad actual. O, desde otra perspectiva, la elección de cualquier función propia de la edad, que a uno le apetezca, no tiene por qué interferir en el normal desarrollo de su identidad sexual: ser varón o mujer, y estar y vivirse a gusto por el hecho de ser y pertenecer a ese dimorfismo sexual.

La nueva identificación sexual

Entorno a la pubertad y a lo largo de la adolescencia se van a producir numerosos cambios tanto físicos como psicológicos, que van a permitir la construcción de los fenómenos más típicos de esta etapa del ciclo vital, la nueva identificación sexual, y con ella, la identidad de género.

Uno de los principales cambios que se va a producir es a nivel endocrino, las hormonas masculinas y femeninas van a enviar mensajes a distintas partes del cuerpo, de forma que éste (mujer o varón) va a empezar a experimentar las modificaciones típicas de la adolescencia. Ante estas importantes modificaciones corporales, el adolescente  va a tratar de entender qué es lo que está pasando y qué significan todos estos cambios; para tratar de adaptarse lo mejor posible a esta nueva situación. Al igual que su cuerpo se ha modificado considerablemente, su sexualidad también va a cambiar drásticamente; los órganos genitales han sufrido apreciables cambios y las posibilidades de reproducción se hacen presentes.

El adolescente se llena de dudas: ¿Qué hacer ante estos hechos? ¿Cómo comportarse? ¿Cómo encauzar su orientación sexual? ¿Hay reglas de obligado cumplimiento? ¿Qué es lo que está moralmente bien y lo que está mal? ¿Se puede y conviene ser bisexual? ¿Hay que ser necesariamente heterosexual? ¿Está permitida la homosexualidad? ¿Qué ocurre si trato de no hacer caso de todo esto para dedicarme a cosas de mayor provecho?

Identidad sexual

A todo esto se le une necesariamente el problema de la identificación de género, es decir, el de la aceptación o rechazo de los papeles que cada sociedad asume son los más idóneos para cada sexo. Éstos van desde la elección de carrera hasta el modo en que se han de desarrollar las distintas labores tanto en la esfera doméstica como en el resto de espacios o contextos públicos.

Por lo tanto, es esencial distinguir entre identidad sexual (ser consciente de ser varón o mujer y gozar de poder serlo),  la correspondiente orientación sexual (la atracción por uno u otro sexo, por ambos o por ninguno), y la identificación con los roles y sistemas de creencias que una sociedad determinada juzga propicios para las mujeres pero no para los varones, o a la inversa, en los ámbitos que desbordan el terreno de lo sexual.

La orientación del deseo sexual (atracción física o emocional),  puede dar origen a diferentes condiciones sexuales y estilos de vida: heterosexual,  homosexual, bisexual, transexual, asexual, pansexual, atrosexual, demisexual, sapisexual, junto con las posibles disfunciones específicas de cada sexo.

Escrito por : Patricia Palacios

Psicóloga Sanitaria ACMpsicólogos

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