El duelo

La pérdida de un familiar o de amigo es una de las experiencias más duras que podemos vivir las personas. La muerte de la pareja, de un hermano, de un hijo o de un padre pueden causar un dolor especialmente profundo. Sabemos que la muerte es parte de la vida, pero aun así este golpe emocional nos puede dar lugar a periodos de tristeza y depresión.

Aunque el duelo se asocia a la muerte, también es un fenómeno que ocurre cuando nos rompen el corazón, perdemos un trabajo en el que llevábamos muchos años o incluso perdemos nuestra salud. En definitiva, sentimos una gran pérdida que nos desorienta y nos cuesta entender cómo vamos a vivir y cómo va a ser nuestro futuro a partir de ese momento.

Superar el duelo es una experiencia dolorosa que cada persona vive y siente de forma diferente. El duelo es algo personal, propio y único que cada uno experimenta a su manera, pero por lo general produce reacciones comunes y etapas que debemos atravesar hasta que volvemos a sentirnos bien.

Es posible afirmar que todas las pérdidas, sean del tipo que sean, llevan asociadas una tarea de superación del duelo y de la perdida. Aunque, lógicamente ese proceso será de mayor o menor intensidad dependiendo del tipo de pérdida que se trate y de la importancia que tenga en nuestras vidas.

De este modo nos encontramos diferentes tipos de pérdidas que motivan el duelo:

1-Pérdidas por fallecimiento.

Perder a un ser querido se considera la principal causa de estrés en todo el mundo. Obviamente, el duelo viene marcado por la relación que teníamos con esa persona, las causas del fallecimiento, entre otras circunstancias.

2-Pérdidas sentimentales.

¿Quién no se acuerda de aquel amor adolescente, que tanto nos hizo sufrir? ¿O quién no ha sentido ese dolor tan intenso tras la separación de un amor que creíamos que era para siempre?

Los duelos por separación, divorcio o ruptura pueden llegar a causar grandes alteraciones emocionales y conductuales. Además, puede afectar a nuestros valores y creencias, y suponernos una pérdida de autoestima, de rendimiento laboral, etc. que interfieren gravemente en nuestra vida cotidiana.

También son consideradas pérdidas sentimentales cuando hay un distanciamiento en las relaciones familiares con los hermanos, con los padres o con los hijos.

De igual manera ocurre con las amistades. Cuando perdemos las relaciones con algún amigo tan cercano que era como un hermano y que parecía que siempre iba a estar a nuestro lado.

3-Pérdidas materiales.

Perder un trabajo o algún bien u objeto al que estamos muy vinculados puede generar emociones características de un duelo. Algo que puede ocurrir cuando perdemos una casa por incendio o derrumbamiento, la pérdida o robo de objetos significativos, etc.

4-Pérdidas vitales.

Con el paso de los años se van abriendo y cerrando etapas vitales. Desde que somos niños las cosas cambian inevitablemente. Y poco a poco esos cambios se van acentuando produciendo sentimientos contradictorios ya que, por una parte, hay alegría e ilusión por la nueva etapa, pero a su vez hay una pérdida que provoca algunos de los síntomas característicos del duelo. Son muchos los cambios vitales que nos hacen atravesar el duelo, como: la menopausia, la jubilación, el síndrome del nido vacío cuando los hijos se emancipan, etc.

Como ya hemos dicho, el duelo es una vivencia muy personal, pero existe una serie de etapas comunes que solemos atravesar hasta lograr sentirnos bien y poder rehacer de nuevo nuestras vidas.

Esas fases del duelo son:

1-Negación

La primera fase del duelo es la negación. Es nuestra respuesta inconsciente, a modo de mecanismo de defensa, que nos impide aceptar que hemos perdido a un ser querido.

Poco a poco vamos tomando consciencia de esa pérdida y nos vamos acostumbrando a la ausencia.

Pero en ocasiones podemos sentirnos a gusto dentro de este proceso de negación para así no tener que asumir la cruda realidad de un presente y un futuro sin esa persona.

Los síntomas característicos de esta fase son: buscar al fallecido por todas partes, esperando encontrarlo al llegar a casa, soñar con esa persona y hasta podemos tener alucinaciones o pseudoalucinaciones en las que tenemos la sensación de haber escuchado su voz, de haberle percibido.

Es una etapa en la que vivimos inmersos en los recuerdos, pero es necesario superarla para continuar el duelo.

2-Ira

Poco a poco somos conscientes de que la pérdida es real y entramos en la siguiente fase del duelo que viene marcada por el enfado y la ira.

Esta ira puede derivar de distintos motivos, como el hecho de sentirnos incomprendidos ante los comentarios y consejos de la gente. Podemos enfadarnos con familiares o amigos e incluso sentirnos celosos de que otras personas aún tienen a su lado a esa persona tan importante. Hay quien incluso, si es una persona religiosa, puede enfadarse con Dios.

En esta etapa del duelo, la pregunta más característica es: ¿por qué a mí? ¿por qué no a otro? Con el paso del tiempo estos enfados van disminuyendo dejando paso a la siguiente etapa.

3-Culpa

En esta fase del duelo las personas intentamos encontrar al culpable de la situación que estamos viviendo. Alguien tiene que ser el culpable y empezamos a culpabilizar a las personas externas (médico, hospital, etc.).

Pero a medida que pasa el tiempo, tendemos a reducir la culpa externa para comenzar a culparnos a nosotros mismos. Repasamos cada cosa que podríamos haber hecho para cambiar la situación, lo que hicimos, lo que no hicimos, lo que tardamos en hacer…

Esta fase del duelo es decisiva, ya que si nos bloqueamos aquí, será necesaria una intervención terapéutica para poder continuar con el duelo.

4-Depresión

Por fin empezamos a tomar consciencia de la perdida.

La realidad de la ausencia ya es inevitable.

Hemos comprobado varias veces que aquellas rutinas y vivencias que teníamos con la persona fallecida ya no las podemos hacer. Esa persona ya no forma parte de nuestra vida actual.

Cuando somos conscientes de este hecho, sentimos dolor pero a su vez este nos ayuda a asumir la perdida y a seguir avanzando en el duelo.

En esta etapa del duelo seguimos recordando a esa persona, pero ya no podemos visualizarla al cerrar los ojos. Poco a poco vamos perdiendo las imágenes, pero puede que esto nos vuelva a generar culpa por no poder recordarle de esa manera. Para intentar volver a recordar a la persona que hemos perdido, solemos utilizar fotos, vídeos, recuerdos u objetos personales.

También puede que sintamos culpa por poder volver a disfrutar de nuevo de distintos aspectos de la vida. Esto es así porque una vez que hemos asimilado el dolor y la perdida, es posible que podamos plantearnos el futuro.

Además, tenemos que empezar a decidir acerca de asuntos pendientes que hay que solucionar y otras cuestiones que se quedaron a medias.

5-Aceptación

Llega la última etapa del proceso del duelo.

Ahora ya podemos aceptar la pérdida de esa persona y tratar de rehacer nuestra vida. En esta etapa del duelo tenemos un estado de afectividad plana, es decir que no estamos ni deprimidos ni animados. Pero podemos empezar a tomar decisiones sobre nuestra vida y a construir como queremos que sea a partir de ahora.

Sabemos que ese ser querido es insustituible, pero no volverá… Así que tenemos que aprender a convivir con su ausencia y a recurrir a sus recuerdos cada vez que queramos tener contacto con él.

Si quieres saber identificar los síntomas del duelo, a parte de los más habituales como son la ansiedad y la depresión, están:

Alteraciones del sueño y dificultades para conciliar el sueño. Todas las preocupaciones y la enorme tristeza que sentimos durante el día se manifiestan en ensoñaciones en las que percibimos al ser querido por la noche.

Sentimientos de culpa. Ya hemos comentado que la culpa es un sentimiento habitual en varias fases del duelo. Nos sentimos culpables por no haber podido evitar el desenlace, culpables por notar que le estamos olvidando, etc.

Sentimientos encontrados. Por un lado podemos sentir cierto alivio porque se termina una etapa o porque se acaba el sufrimiento de la persona que ha fallecido pero, por otro lado, sentimos dolor porque todo ha terminado y nos queda una ausencia en nuestra vida.

Vivir de los recuerdos. Es normal que muchas personas quieran seguir atados a las fotos y a los recuerdos y que guarden todos los objetos relacionados con el difunto, sin querer desprenderse de nada.

Idealización de la persona fallecida. Parece que existe la obligación moral de recordar solo las virtudes de la persona fallecida y en general nos cuesta hablar de la persona que ya no está.

Miedo al futuro. Nos cuesta entender que la pérdida es para siempre y que hay que seguir viviendo sin su presencia. No sabemos cómo mirar hacia el futuro, no sabemos cómo será nuestra vida de ahora en adelante y esa incertidumbre nos genera miedo.

Sensación de vacío. Podemos sentir esa sensación de desgarro ante el hueco que ha dejado alguien que no volverá a nuestra vida.

Sentimientos de ira y celos. Cuando estamos atravesando el duelo es posible que respondamos con ira hacia los seres queridos que se encuentran más cerca. E incluso sintamos celos de otras personas que aún pueden disfrutar de la figura tan especial que nosotros hemos perdido.

Sensación de falta de comprensión. Puede que durante el proceso de duelo, nos sintamos incomprendidos, llegando a molestarnos las frases hechas y los comentarios de la gente para aliviar nuestro malestar al vernos sufrir tanto: “Sé cómo te sientes”, “es lo mejor que podía pasar”, etc.

La superación del duelo está asociada a un proceso de maduración y de aprendizaje personal.

De forma consciente o inconsciente tenemos que conseguir deshacer los lazos que nos unían al ser querido y adaptarnos a la pérdida y a una nueva vida en el que esa persona ya no está. De alguna manera aprendemos a convivir con los recuerdos, fortaleciendo nuestros recursos personales.

Todo este proceso de duelo suele durar entre 6 y 18 meses, aunque en algunos casos puede durar hasta 2 años. No obstante, lo que puede ayudarnos a distinguir si se trata de un proceso de duelo normal o de un duelo patológico es la intensidad y la duración en el tiempo de las reacciones emocionales.

El duelo patológico aparece cuando después de aproximadamente un año de la pérdida emocional persiste un estado de ánimo depresivo y de estrés que nos afecta en otras áreas de nuestra vida.

En el caso de estar atravesando un duelo patológico podemos vernos superados por la pérdida, siendo incapaces de avanzar por las distintas fases del duelo, quedándonos estancados en alguna de ellas, lo que se llama duelo incompleto. En estos casos podríamos decir que no se ha logrado superar la pérdida y, por tanto, será necesaria una ayuda psicológica y terapéutica para así poder avanzar y evolucionar en este proceso.

Si este es tu caso, o te encuentras en una situación similar, en ACM Psicólogos Madrid podemos acompañarte en tu proceso de duelo y guiarte para que consigas superar de forma exitosa cada una de sus fases.

Recuerda que el duelo es un proceso normal, largo y en ocasiones muy largo, pero es pasajero. La vida no termina con el dolor del duelo, sino que es el comienzo de una nueva etapa vital. En ACM Psicólogos podemos ayudarte a superar el duelo para que puedas afrontar con calma y serenidad tu presente y tu futuro.

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